Síntomas
de congelación en sus dedos; aire helado en las mejillas pugnando
por despertarle infructuosamente; pestañas selladas para siempre.
Sabía
que había muerto plácidamente mientras dormía.
Aunque
esperaba ir al cielo, esta suerte de purgatorio no estaba tan mal:
una almohada cómoda y poder inmiscuirse en los sueños de los vivos,
absorbiendo sus pesadillas para si les permitía crear historias
cálidas, despertar felices y descansados. igh@escritora. Un
microrrelato original de Irene González Henríquez. Esoquenoscallamos.blogspot.com.es